sábado, 17 de diciembre de 2011

Faltan pocos días para la celebración de la natividad de nuestro Señor; es importante hacer un buen examen de conciencia, para ver que tanto nos hemos entregado a Dios en nuestro apostolado.
La razón de vida del Joven Apóstol es hacer un recto apostolado, en el cual irradiamos doctrina más que sentimiento.
Ante las fechas que estamos a punto de celebrar debemos darnos cuenta que la raíz de nuestro apostolado, es el nacimiento de Cristo, pues a Él debemos anunciar a todos. Si Cristo no se hubiese encarnado, si no se hubiera hecho hombre, la palabra apostolado simplemente no existiría, pero si por el contrario hubiese existido sería un término vacío de sentido y no tuviera la rimbombancia que Cristo al nacer le ha dado.
Cristo, Cristo, Cristo es el centro de nuestra vida y de nuestro apostolado, Él es el principio y el fin, en Él nos movemos y existimos, en Él somos.
A través de estas cortas líneas exhorto a toda la comunidad de Jóvenes Apóstoles a no desfallecer ante el mundo, la carne y el demonio, sino que con la fuerza de la venida de nuestro Salvador anuncie como en el primer Pentecostés el amor de Cristo.