Tengo la oportunidad de jugar fútbol todas las semanas. Y cada vez que juego, aunque no se jugar, siento que mi espíritu se alimenta de buena energía, pero no de solo una energía física, sino de una energía acompañada de espiritualidad y familiaridad, porque en el Seminario (soy seminarista) se vive el deporte con intensidad y emoción.
Quiero referir que jugar entre hermanos seminaristas es genial, porque las malas palabras, brillan por su ausencia.
Nos divertimos a lo máximo y siempre cuidamos el respeto, aunque a veces no faltan las discusiones, pero estamos acostumbrados a decir: “que todo queda en la cancha”.
A simple vista para ser que lo relatado anteriormente, suena muy religioso, en el sentido que disfrutamos el deporte de buena manera.
El fútbol no consiste en insultarse, es decir faltarse el respeto; sino que consiste en disfrutar del deporte sano por todos los extremos.
Antes veía el fútbol como algo absurdo, pues no le hallaba sentido el ir corriendo detrás de un balón, pero ahora espero con ansias el día de deporte, porque salgo a ganar, aunque algunas veces me toca perder.
El fútbol supone entrega total al equipo, porque se juega en equipo y es dañino que uno quiera jugar solo, porque va en contra de la armonía del equipo.
Lo mismo pasa en una sociedad, pues la persona que quiera luchar sola, sin ayuda de nadie no termina bien y es más lamentable observar personas que no se dejan ayudar y que niegan lo único que en esa soledad le puede acompañar, me refiero a Dios.
Dios es nuestro árbitro en la cancha de la vida, pero es un árbitro bueno, pues no sanciona cosas injustas, sino lo justo. Este árbitro nos quiere guiar para que juguemos bien en la cancha de la vida y si nos confundimos nos corrige, y eso nos lleva a no caer en lo mismo.
Por tanto no hay que olvidarnos del árbitro de la vida y salgamos a jugar en quipo y ganar.
ESCRITO POR MEA
Quiero referir que jugar entre hermanos seminaristas es genial, porque las malas palabras, brillan por su ausencia.
Nos divertimos a lo máximo y siempre cuidamos el respeto, aunque a veces no faltan las discusiones, pero estamos acostumbrados a decir: “que todo queda en la cancha”.
A simple vista para ser que lo relatado anteriormente, suena muy religioso, en el sentido que disfrutamos el deporte de buena manera.
El fútbol no consiste en insultarse, es decir faltarse el respeto; sino que consiste en disfrutar del deporte sano por todos los extremos.
Antes veía el fútbol como algo absurdo, pues no le hallaba sentido el ir corriendo detrás de un balón, pero ahora espero con ansias el día de deporte, porque salgo a ganar, aunque algunas veces me toca perder.
El fútbol supone entrega total al equipo, porque se juega en equipo y es dañino que uno quiera jugar solo, porque va en contra de la armonía del equipo.
Lo mismo pasa en una sociedad, pues la persona que quiera luchar sola, sin ayuda de nadie no termina bien y es más lamentable observar personas que no se dejan ayudar y que niegan lo único que en esa soledad le puede acompañar, me refiero a Dios.
Dios es nuestro árbitro en la cancha de la vida, pero es un árbitro bueno, pues no sanciona cosas injustas, sino lo justo. Este árbitro nos quiere guiar para que juguemos bien en la cancha de la vida y si nos confundimos nos corrige, y eso nos lleva a no caer en lo mismo.
Por tanto no hay que olvidarnos del árbitro de la vida y salgamos a jugar en quipo y ganar.
ESCRITO POR MEA