miércoles, 27 de abril de 2011

MEDITANDO

Hace unos días te vendimos a gran precio, tu sangre. Pero Tú igual nos redimes y nos quieres, pues con tu resurrección has vencido a la muerte para darnos vida. Te has aparecido a tus hijas en la mañana y nos has invitado a Galilea.
Señor ¿a qué se debe tu amor? Cuál es la causa de tu amor, pienso que es el mismo amor, porque Tú eres el sumo amor, el sumo bien, la suma belleza que atrae la mirada de todo pecador.
En la cruz, ante la mirada mundana, no atraías, porque estabas desecho de pies a cabeza. Ahora te presentas vivo y glorioso y para que no nos quepan dudas nos muestras las huellas de los clavos a través de Tomás.
Señor ayúdanos a vivir esta Pascua como Tú quieres que se viva, para que así en Pentecostés, como verdaderos jóvenes apóstoles, juntos con nuestro hermano Pedro salgamos a anunciar el maravilloso misterio de tu Resurrección. Imploramos la protección de María que perseveraba en oración unida a tus apóstoles, nuestros amigos.


miércoles, 20 de abril de 2011

REFLEXIÓN DE SEMANA SANTA

       Señor te hemos recibido con ramos y palmas. Nuestras voces se han unido a la de los niños hebreos que aclamaban al Hijo de David con su ¡hosanna! Bendito.

Te hemos dicho que te amamos y que queremos seguirte. Pero todo el jubilo en algunos días lo convertiremos en ira y desprecio, nuestras gargantas pasando los días gritaran pidiendo tu muerte.

¿Qué clase de criaturas somos? Es que no sabemos corresponder a tu amor.

Extenderás los brazos en la cruz para ser crucificado, pero antes pasaras por juicios humillantes y mentirosos. Te abofetearan, se burlaran y nosotros consentiremos eso, pues no sabemos pagar con amor todo lo que haces por nosotros.

Nos alimentaste y nos curaste, nos adoctrinaste en la montaña, pero nuestra soberbia nos ciega y nos hemos dejado llevar por chismes y cotorreos. Que despreciables somos Señor, aunque Tú igual nos sigues amando.

Con tu agonía y muerte en el leño santo nos redimirás, pero nosotros seguiremos prostituyéndonos con el pecado pues negamos tu amor.

Señor te pedimos perdón por nuestras blasfemias e iniquidades, ayúdanos a ver bien las cosas y a no apartarnos de ti nuevamente. Ayúdanos a ser verdaderos jóvenes apóstoles al servicio del evangelio de la verdad.

Y pedimos unirnos a ti a los apóstoles junto a María en Pentecostés. Ya que con tu Espíritu lo podremos todo.