sábado, 26 de junio de 2010

¡Toda una vida entregada a Dios!

El 26 de junio de 1975 falleció Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer de forma repentina en Roma. El mes de mayo anterior había hecho su último viaje a España, donde recibió la medalla de oro de su ciudad natal (Barbastro) y visitó el cercano Santuario de Torreciudad, que él había promovido y que estaba a punto de ser inaugurado.
Su fallecimiento supuso el fin de la etapa fundacional del Opus Dei y el inicio, en palabras de su sucesor Monseñor Álvaro del Portillo, de la "etapa de la continuidad y la fidelidad". Mons. del Portillo fue testigo privilegiado de sus últimas horas en la tierra.

"El 26 de junio de 1975, último día de su vida en la tierra, el Padre se levantó a la hora acostumbrada. Celebró, ayudado por don Javier Echevarría, la Misa votiva de la Virgen en el oratorio de la Santísima Trinidad, a las siete y cincuenta y tres minutos. A la misma hora celebraba también yo en la sacristía mayor, porque aquella mañana nuestro Fundador deseaba ir con don Javier y conmigo a Castelgandolfo, para despedirse de sus hijas de Villa delle Rose, ya que estábamos a punto de salir de Roma. Se encontraba físicamente bien, y nada hacía prever lo que sucedería poco después. (...)

El Padre volvía de Villa delle Rose indudablemente cansado, pero sereno y contento. Atribuyó su malestar al calor. A las once y cincuenta y siete entramos en el garaje de Villa Tevere.
Saludó al Señor en el oratorio de la Santísima Trinidad y, como solía, hizo una genuflexión pausada, devota, acompañada por un acto de amor. A continuación subimos hacia mi despacho, el cuarto donde habitualmente trabajaba y, pocos segundos después de pasar la puerta, llamó: ¡Javi! Don Javier Echevarría se había quedado detrás, para cerrar la puerta del ascensor, y nuestro Fundador repitió con más fuerza: ¡Javi!; y después, en voz más débil: No me encuentro bien. Inmediatamente el Padre se desplomaba en el suelo.

Para nosotros, ciertamente, se trataba de una muerte repentina; para nuestro Fundador, en cambio, fue algo que venía madurándose –me atrevo a decir–, más en su alma que en su cuerpo, porque cada día era mayor la frecuencia del ofrecimiento de su vida por la Iglesia y por el Papa.

Estoy convencido de que el Padre presentía su muerte. En los últimos años repetía frecuentemente que estaba de más en la tierra, y que desde el Cielo podría ayudarnos mucho mejor. Nos llenaba de dolor oírle hablar así –con aquel tono suyo fuerte, sincero, humilde–, porque mientras pensaba que era una carga, para nosotros era un tesoro insustituible. (...)

En todos los países, los medios de comunicación social la difundieron con veneración y respeto: era el reflejo de la impresión que recibieron directamente los periodistas que acudieron a Villa Tevere. En los días siguientes fueron apareciendo numerosísimos artículos y programas de radio y televisión, en los que se ponía de relieve la importancia de la obra de nuestro Fundador en la vida de la Iglesia. Su fama de santidad quedó aún más patente desde el momento de su muerte.
Me consoló mucho recibir la cariñosa respuesta del Santo Padre Pablo VI a la información que le había enviado en mi calidad de Secretario General de la Obra. A través de Mons. Benelli, el Papa expresó su condolencia y nos dijo que también espiritualmente rezaba junto al cuerpo de "un hijo tan fiel" a la Santa Madre Iglesia y al Vicario de Cristo.

Antes del funeral público, llegó a Villa Tevere un telegrama de la Sede Apostólica. El Romano Pontífice renovaba la expresión de su condolencia, manifestaba que estaba ofreciendo sufragios por el alma de nuestro Fundador, y confirmaba su persuasión de que era un alma elegida y predilecta de Dios; concluía impartiendo la Bendición apostólica para toda la Obra. Como es costumbre, el telegrama llevaba la firma del Cardenal Secretario de Estado, que se unía de todo corazón a nuestro dolor, y a los sentimientos de Pablo VI, quien deseaba hacernos llegar lo antes posible aquellas líneas.

Llegaron a la Sede Central del Opus Dei miles de telegramas y cartas desde los cinco continentes: además de expresiones del más sentido dolor, reflejaban concordemente la convicción de que había muerto un santo, uno de los grandes fundadores suscitados en la Iglesia por el Espíritu Santo".

viernes, 18 de junio de 2010

Reverendo Avalos

El Profesor Ricardo Miyashiro Ribeiro es egresado del Conservatorio de Música de Lima y en el año 2000 conoció al Pbro. Julio Avalos, quien lo llevo a enseñar música en el Seminario Mayor San José, desde la fecha hasta ahora labora intensamente en este centro.
-------------------------------------------------------------------------------------------------
Casi una década ha transcurrido. Yo, recién llegado al pueblo, aburría mis días-acostumbrado a lo citadino-en aquellos bucólicos parajes. Ganaba algunas monedas para la subsistencia dando clases particulares de órgano a jóvenes de lugar, hasta que llegó la noticia: un grupo de infantes se encontraba haciendo la preparación para la primera comunión y la Misa estaba cerca (programada para el día de navidad). Las encargadas de la capilla pensaron que seria buena idea que los propios chicos cantasen en la ceremonia y pensaron en mí para dirigirlos. La idea- a pesar de mi “facilista” ateísmo de la época- no me pareció mala. Además, me serviría para ganar algún dinerillo extra. Acepté y tenía que conocer al párroco para que diera el visto bueno al proyecto. Minutos antes del inicio de la Misa, las hermanas me llevaron a la sacristía y ahí tuve mi primer encuentro con el padre. En aquel instante no le di mucha importancia al asunto, sólo me impresionó su sotana negra (era la primera vez que veía a un cura de cerca, vestido como tal) y su hablar calmado, entusiasta por el coro en ciernes.
A partir de ahí comenzó una amistad que, hasta el día de hoy, se mantiene incólume. Fuimos conversando, conociéndonos y descubrí que teníamos muchas cosas en común: gustos musicales, culturales, carácter calmado pero explosivo en situaciones límite y la capacidad de enfrentarnos al propio diablo cuando la lucha es justa. Trasladamos el lugar de ensayo de la capilla del pueblo a la parroquia central y fue ocasión para que la naciente amistad vaya fortaleciéndose. Recuerdo con alegría cuando pasados unos meses de trabajo el padre elogiaba el sonido que íbamos logrando. Esta alegría se multiplicó cuando conversando con gente que lo conocía desde siempre, descubrí que él no solía elogiar-casi nunca- a nadie con el fin de no acrecentar la vanidad o soberbia en el destinatario.
El gozo máximo fue, cuando animado por sus bellas pláticas, decidí confesarme después de casi ocho años. Aquel día sentí que había liberado una pesada e innecesaria carga en el mar oscuro de la angustia y la vida podía volver a ser vista con un cachito de esperanza. El Padre se convirtió en mi director espiritual y confesor hasta el día de hoy y eso es lo que voy a agradecerle hasta el fin de mis días: haber tenido el tino, tacto y firmeza para, sin exigirlo nunca directamente, ir empujándome a volver a tener una brújula en la vida: Jesús, y una madre amorosa donde recogerme en los momentos difíciles: María.
Diez años han pasado y nuestra amistad-invalorable para mí- ha recorrido muchos kilómetros: sucesos tristes, alegres, momentos de oración, de fe, sacrificio que sería imposible recordarlos todos. Sin embargo, como no mencionar las horas felices escuchando “La oreja de Van Gogh”, la alegría cuando llegaron los primeros triunfos con el coro de niñas, la fortaleza moral que me brindó cuando empezó una terrible campaña de calumnias e injurias que destruyeron el coro, las jornadas de dirección espiritual que- también-servían para dar algunos paseos por los pueblos vecinos, el viaje al Cuzco, la ilusión cuando formé una pequeña banda que ensayaba en la casa parroquial, las conversaciones que servían para atenuar los malos momentos, las miles de veces que extendió su mano solidaria en mi necesidad, el haber compartido un furioso terremoto en la casa parroquial, la decepción cuando personas cercanas traicionaron su confianza, la tristeza cuando su mamá partió al cielo y hasta su impasibilidad cuando en mis momentos de melancolía le convertía la casa en la sucursal de la tabacalera nacional, entre otras cosas.
Es un amigo, un hermano mayor, un padre pero-sobretodo-un sacerdote, un alter Christi, que, a semejanza del Divino Maestro, se convirtió para mí en el amigo que nunca falla. Estas líneas van para él en momentos en que la enfermedad lo ataca con furia, queriendo compartir con él, aunque sea, un poco de ese dolor para que purificados podamos gozar de su amistad-los que lo apreciamos y queremos mucho- y compañía por mucho tiempo. Gracias Padre Julio.

Ricardo Miyashiro Ribeiro

sábado, 5 de junio de 2010

LA EUCARISTÍA, SAGRADO CONVITE

Este domingo, estamos celebrando la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, conocida también como Corpus Christi. Es en este día, en donde los fieles contemplan la Sagrada Hostia, y se podrían repetir las palabras de Santo Tomás: “El sacro convite”, es Cristo quien se nos da a comer, con su cuerpo y su sangre: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día, mi carne es verdadera comida y mi carne es verdadera bebida” dice el Evangelio según san Juan.
La Eucaristía, que es el pan que en si contiene todo deleite, hay que saborearla con gratitud y con emoción; con gratitud inmensa, porque Cristo se ha quedado en medio de nosotros en tan gran sacramento, y con emoción, porque podemos comer su cuerpo y podemos beber su sangre. Así pues escribía San Ignacio de Antioquia a los primeros cristianos: “No encuentro gusto en el alimento corruptible ni en las alegrías de esta vida. Quiero el pan de Dios, que es la Carne de Cristo, el Hijo de la Virgen. Y por bebida su sangre, que es amor incorruptible”. Nosotros, debemos hacer nuestras las palabras de este santo Obispo, y repetirlas ante la Santa Hostia. ¡Sagrado banquete en el que se come a Cristo lleno de dulzura y suavidad¡
Debemos alegrarnos cada vez que recibamos a Jesús en la Eucaristía, porque Jesús entra a nosotros, entra a nuestra alma, a nuestro corazón. Cristo nos da todo, absolutamente todo, a cambio de no darle nada; esta entrega es muestra de amor hacia los hombres, el Amor de los Amores como recitamos en un himno eucarístico.
En la oración colecta de la Santa Misa, se reza: “Concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, de modo que sintamos continuamente en nosotros el fruto de su redención”; pues Cristo, a través de la Eucaristía, nos comunica esa gran riqueza que encierra el misterio de la Encarnación y Redención del Hijo de Dios.
Cada vez que comulgamos, el alma se nos llena de gracia, se nos da nuevas fuerzas para resistir al pecado, se nos da un nuevo impulso de Vida Divina, y se nos llena de gracia, transformándonos en el mismo Cristo.
Si nos pusiéramos a pensar en lo grande de la Eucaristía, nos sentiríamos indignos de recibirla, pero Cristo nos ha dejado este admirable sacramento para unirnos más a Él, para darnos una gracia divina, y para participar del Sacro Convite. Esa figura blanca, ese trozo de pan, es Cristo, que con las palabras del Sacerdote: “Tomad y comed….” Se transforma en el mismo Cristo.
Se cuenta que una vez, un sacerdote dudaba de que la Hostia se convirtiera en el Cuerpo de Cristo , y en el momento de la consagración, este sacerdote dice las palabras: Tomad y comed…”, y segundos después, la hostia se convertía en un pedazo de carne humana. Este milagro eucarístico, ocurrido en Lanciano, nos debe llevar más al amor a la Eucaristía, y este domingo cantar a viva voz: Cantemos al Amor de los Amores, Cantemos al Señor”
Julio Jhonathan Ruíz Santos

miércoles, 2 de junio de 2010

UN SIMPLE SACERDOTE

Soy un simple sacerdote católico uruguayo que hace 20 años vivo en Angola. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación.
Me da un gran dolor por el profundo mal que sacerdotes que deberían de ser señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos.
Veo en muchos medios de información, la ampliación del tema en forma morbosa, investigando en detalles la vida de algún sacerdote pedófilo.
Así aparece uno de una ciudad de USA, de la década del 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente, otros casos recientes…
¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que se consumen por millones de niños, por los adolescentes y los más desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo! Pienso que los medios de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban autorizadas.
No ha sido noticia que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños...
No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU.
No es noticia que un sacerdote de 75 años, el P. Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina; que alfabeticen cientos de presos; que otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan hogares transitorios para los chicos que son golpeados, maltratados y hasta violados y buscan un refugio.
Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando los enfermos y desesperados.
No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, y religiosos hayan dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a cero positivos… o en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.
No es noticia que mi amigo, el P. Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, lo haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión haya sido ametrallado en el camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas rurales más recónditas hayan muerto en un asalto en la calle; que decenas de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gente.
En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región… Ninguno pasa los 40 años.
No es noticia acompañar la vida de un Sacerdote “normal” en su día a día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la comunidad que sirve.
La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua.
Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece. No pretendo hacer una apología de la Iglesia y ni de los sacerdotes. El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir sus hermanos.

Pbro. Martín Lasarte (salesiano) – Angola.