lunes, 30 de agosto de 2010

SANTIDAD EN LA VIDA ORDINARIA

“Sed Perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”, es un pasaje del Evangelio que lo encontramos en Mt 5, 48. Esta frase de Jesús a sus apóstoles no va dirigida solo a éstos, sino a todos los que quieren seguir a Jesús, es decir que Jesús nos llama a la santidad a todos, sin hacer distinción de estado, de raza, de condición.
La santidad podemos y debemos adquirirla en los quehaceres ordinarios, en lo que hacemos todos los días, muchas veces nos parece algo mecánico; pero en esas cosas diarias tenemos que buscar a Dios, ya que, como decía San Josemaría: “Para amar a Dios y servirle, no es necesario hacer cosas raras. A todos los hombres, Cristo les pide que sean perfectos como su Padre Celestial es perfecto.” Uno puede llegar a ser santo, si se preocupa en vivir bien la misión que ha recibido de parte de Dios; por ejemplo, un jardinero santifica su trabajo cuidando muy bien las plantas; un zapatero, arreglando zapatos; un estudiante, cumpliendo con sus deberes de tal. Entonces podemos alcanzar la santidad si hacemos nuestro trabajo bien y ofreciendo ese trabajo a Dios.
El Concilio Vaticano II hace el llamado a la santidad de los fieles, en la Constitución Apostólica Lumen Gentium, cuando dice: “quedan pues, invitados y aún obligados todos los fieles cristianos a buscar intrínsecamente la santidad y la perfección dentro del propio estado”. Ésta es una llamada universal a la santidad, cada uno, en su labor diaria, en su profesión, en su lugar de trabajo tiene que buscar la manera de alcanzar la perfección de lo que está realizando, y así poder llegar a ser santos. ¿Y qué es la santidad? Pues la santidad es la alegría de hacer la voluntad de Dios.
San Josemaría, también dice que la santidad grande está en cumplir los deberes pequeños de cada instante; es decir no es necesario hacer grandes cosas, ni extraordinarias para ser santo, sino hacer bien nuestro trabajo cotidiano; hacer nuestro trabajo santo, santificarme dentro de mi trabajo, y de santificar a los demás con nuestro trabajo, y un trabajo alegre, porque en la alegría de hacer las cosas está la santidad. Todos los santos mientras han vivido en este mundo han sido personas alegres, y han hecho su labor con la alegría característica que debe tener cada cristiano.
Pues tú y yo estamos llamados a la santidad en nuestro quehacer diario, trata siempre de santificarlo, haciendo las cosas con alegría, y buscando la perfección, sólo así podremos alcanzar la santidad.

Sem. Jhonatan Ruíz Santos

jueves, 26 de agosto de 2010

La mujer del gran Corazón

El Papa Benedicto XVI agradeció a Dios por la vida de la Beata Madre Teresa de Calcuta, de quien hoy se recuerdan los cien años de su nacimiento, y aseguró que la querida religiosa sigue siendo un “don inestimable” para la Iglesia y el mundo.
El Pontífice recordó “el modelo ejemplar de virtud cristiana” de la religiosa en un mensaje dirigido a la madre Mary Prema, superiora general de las Misioneras de la Caridad, y difundido por Radio Vaticano.
“Madre Teresa ha simplificado ante el mundo, las palabras de San Juan: ‘Si Dios nos ha amado, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece con nosotros y el amor de Él es perfecto en nosotros’ (cf 1 Jn4:11-12)”, escribió el Papa.
Dirigiéndose a las religiosas que continúan la obra de la Madre Teresa, les pidió “que este amor os inspire como Misioneras de la Caridad, a donaros generosamente a Jesús, que vosotras veis y servís a través de los pobres, los enfermos, y a través de las personas solas o abandonadas. Os animo a aprender constantemente de la espiritualidad y del ejemplo de Madre Teresa y, siguiendo sus huellas, acojáis la invitación de Jesús: ¡Ven, sé mi luz!”. VATICANO, 26 Ago. 10 / 09:51 am (Fuente-ACIPRENSA)

martes, 24 de agosto de 2010

MARIA MODELO DE APOSTOLADO

En los evangelios, como es natural se narran muchos acontecimientos de la vida de nuestro Señor Jesucristo, pero hay un relato que para mí marca mucho y que precisamente no habla de Cristo, sino de su Madre.
El evangelio nos narra que después de la ascensión del Señor, perseveraban los apóstoles junto a María, en oración.
La oración de María es una oración silenciosa, pero eficaz, estoy seguro que ella misma después de Pentecostés, reuniría a sus amigas para hablarles del reino de Dios, quizás lo hacía en el río lavando la ropa, o en el campo recogiendo leña, pues no tenía a su amado José y queriendo ayudar al joven Juan, lo hacía con cariño.
Estoy seguro que todo lo hacía con humildad, no se jactaría de ser la madre de Dios, sino que sería una servidora más a favor de la salvación de los hombres.
Seguro asistía con mucha piedad como buena judía a la casa de oración para escuchar la palabra de Dios, para guardarla en su corazón y así amar más al Señor.
Pero de lo que no cabe duda es que siempre que hablaba de Dios, antes meditaba en oración, ya que la base de todo buen apostolado es la oración.

domingo, 15 de agosto de 2010

¡Apóstol, tú y ahora!

“Fuego he venido a traer a la tierra y qué quiero, sino que arda”. Este fuego los autores espirituales lo han señalado como el celo que tiene que estar ardiendo dentro de nosotros. Este celo estará ardiendo si estamos convencidos de todos los méritos de de Cristo, pero hay algo muy importante, este convencimiento no debe estar en el plano teórico, sino práctico. Esto es procurar tener un buen trato durante el día con Cristo Eucaristía, con María su madre santa y guardar la presencia del Señor durante todas las horas. Porque de una u otra manera el apostolado que hagamos será fruto de nuestro amor a Cristo.
Tenemos que estar preparados para ser verdaderos apóstoles, debemos de llenarnos de doctrina para poder dar un testimonio digno de Cristo, pero el apostolado no puede quedar sólo en ideas, pues implica dedicación y meter la cabeza en ello.
Que cada uno se examine y vea en qué está fallando o qué le falta en el apostolado.

viernes, 6 de agosto de 2010

Encuentro Vocacional

Después de un tiempo puedo volverles a escribir, he estado en una serie de actividades que han imposibilitado que lo hicieran.
En los últimos días, puede estar con un grupo de quince jóvenes, provenientes de distintas parroquias de nuestra Prelatura en un encuentro Vocacional.
Fueron días de estudio, trabajo, deporte y oración. Los muchachos se han ido a sus casas con muchas ganas de seguir sirviendo al Señor desde sus hogares. Pues como tu Joven Apóstol y como yo, están comprometidos en seguir adelante en el apostolado.
Nos reunió un mismo fin: Cristo, pues él es el motivo de toda nuestra obra de apostolado, por él y en él hacemos todo, para que su obra de salvación sea conocida en todo el universo.
Como siempre quiero animarles Jóvenes Apóstoles a que sigan rezando por el aumento y la santidad de las vocaciones sacerdotales en todo el mundo. Muchas Gracias.