Estamos viviendo un tiempo muy importante en todo el orbe católico, un tiempo marcado por la mortificación y penitencia, que nos invita a meditar las llagas de Cristo y a medir el amor que sentimos por el que nos ha comprado muriendo en la cruz para salvarnos del pecado.
Todos los jóvenes apóstoles debemos alzar la mirada y ver la cruz, y contemplar en ella nuestra salvación, pues el único hijo de Dios se entrego en ella. Como ya lo he dicho en artículos anteriores el alma de todo apostolado es la oración y sin ella no podemos comenzar ninguna empresa.
La cuaresma es un tiempo hermoso que nos va a ayudar a mejorar nuestras vidas y la de los demás, porque con Dios todo es posible.